Relato: Una Vida




UNA VIDA

José Luís Sáinz-Ezquerra

(Relato presentado al I Premio Literario Crisálida)

Este relato está dedicado tanto a aquellas personas, que como el que lo escribe, tienen o han tenido una pequeña o gran discapacidad, como a aquellas que se dedican a darles cualquier tipo de apoyo.
Y para que vean otro tipo de “personas”, que las personas con discapacidad podemos resolver estas limitaciones con ayuda.
El relato que voy a contarles a ustedes empieza hace bastantes años cuando esta persona que lo escribe nació.
Tuve una infancia más o menos bonita, iba a la escuela, jugaba con amigos, es decir, la rutina más o menos de un crío a esa edad.
Todo iba de maravilla hasta que todo se empezó a truncar con el fallecimiento de mi padre, cuando yo tenía una edad en plena adolescencia.
Empiezo a vivir una época de esta vida en la cual todo lo que tenía se me empieza a venir abajo, ya que los días son tristes en todo.
Veo a mi madre sufrir como yo. Yo quería ayudarla pero enseguida me ponía igualmente triste, como ella.
Al cabo de unos años termino mi etapa en la escuela con unas notas que, más o menos, no eran buenas, pero consigo el graduado escolar y deciden entre mi madre y los profesores  de la escuela que vaya al instituto.
Con trece años comienzo el instituto, pasan unos meses y los profesores hablan con mi madre para que empiece a hablar con un psicólogo, para ver el motivo por el cual yo era una persona bastante apática y el por qué me costaba tanto estudiar.
Al cabo de unos meses de estar con el psicólogo, él descubre que lo que me pasa era motivado, porque aún no había asimilado la muerte de mi padre.
En el instituto todo me empieza a ir de mal en peor con las notas, no con el comportamiento de mis compañeros que es bastante bueno.
Deciden que no puedo seguir ya que no voy a conseguir pasar el primer curso. Al decidir eso, empieza una etapa de mi vida que parece que va a mejor, ya que por lo menos no está tan oscura como la anterior.
Un tiempo más tarde empiezo la FP, en la modalidad de la rama de mecánica. Estuve allí unos tres años, en los cuales tuve unos años de los que guardo un recuerdo bastante bueno de los profesores y compañeros.
Al terminar los dos primeros cursos de la FP, decidí que quería terminar lo que me faltaba, para así poder tener el título de ayudante de mecánica.
Pero por desgracia para mi resulta que en ese momento me llega la carta en la cual me comunican que tengo que hacer el servicio militar, con lo cual ya era imposible realizarlo.
Al cabo de unos pocos meses, voy al servicio militar, donde fui destinado a Vitoria; la salida de casa me resulta bastante difícil, ya que no me gusta en absoluto dejar a mi madre sola.
Al llegar allí todo me resulta bastante extraño pero en unos pocos días lo empiezo a asimilar. Cuando me están dando la ropa militar, descubro que al ponerme las botas, el dedo pequeño del pie izquierdo se queda de un color oscuro, lo cual me asusta bastante, ya que no puedo andar bien y se lo comuniqué a los médicos de allí.
Al comunicárselo a los médicos, deciden que tengo que ir al Tribunal Médico Militar que está en Burgos. Esta decisión me afecta bastante, ya que quería ir a ver a mi madre durante los fines de semana que me dejaban salir. Así que la única manera que tengo de hablar con ella era por teléfono.
Al cabo de unas pocas semanas voy a ese tribunal, en el cual se me detecta que tengo retracción al quinto dedo de ese pie, por lo cual tengo que volver a casa para operarme. Cuando tengo esa noticia, decido llamar por teléfono a mi madre, la cual se lleva una gran alegría ya que por lo menos, así, no estará sola.
Al irme para casa me da algo de pena, porque dejé allí unos compañeros que se portaron conmigo como si fueran hermanos, con algunos de los cuales mantengo una gran amistad hasta ahora.
Llegué a casa y todo me parece alegre, ya que puedo ver a mi madre y a otras personas que había echado de menos durante ese tiempo. Al cabo de un tiempo recibí la carta blanca en la que me comunican que ya no tengo que ir más al servicio militar.
Quiero terminar la FP, pero veo que la situación económica en casa no es bastante buena, y decidí que tenía que buscar empleo para poder ayudar a mi madre.
El tiempo pasa, pero mis esfuerzos no tienen resultados y por ese motivo mi vida se me viene un poco abajo, ya que veo que mi madre tiene que ir a trabajar y yo no puedo ayudarla como quisiera. Lo único que puedo hacer es realizar las tareas del hogar, para que por lo menos ella no las realice cuando llegue a casa, y así estuve durante algunos años.
Al pasar ese tiempo, se realiza un curso de albañilería donde yo vivo, y decido apuntarme, era poco dinero pero por lo menos podía ayudar en casa.
Ese curso iba a durar un año, pero al final, por suerte para mi, duró tres años. Ese tiempo fue una época buena, ya que podía ayudar en casa y fue un buen curso, con varios profesores bastante buenos y con unos grandes compañeros.
Al terminarlo resulta que consigo empleo de peón de albañil. Parece que todo empieza a salir mejor, pero por desgracia, no todo es así.
Algunos de esos albañiles, resultan ser un poco explotadores, porque se aprovecharon bastante de los trabajadores y de mí también.
Al ver esa situación decidí que no podía trabajar así, con lo cual me veo como antes de empezar a trabajar.
Esperaba que pronto se resolviera esa situación,  pero vi que no era así, con lo cual fue un tiempo en mi vida que no me gustó nada, porque mi madre y yo sufrimos durante ese tiempo.
La monotonía se iba apoderando de mi vida y eso, a mí personalmente, no me gustaba.
Al cabo de un tiempo, cuando fui a sellar el paro, me proponen que dado el tiempo que llevo apuntado, por qué no solicito la ayuda familiar. Finalmente decido solicitarla ya que así puedo volver a ayudar en casa durante el tiempo que la tenga.
Pero a parte de tener esa ayuda intento conseguir trabajo, algo que me resulta difícil de encontrar por mi edad, ya que solo me decían que necesitaban gente más joven que yo. Se termina la ayuda familiar y por desgracia, todo vuelve a la misma rutina de antes.
Al paso del tiempo veo que me dan el RAI, me voy a informar al paro. Allí me comunican, que tengo que tener un grado de minusvalía reconocido y yo les dije que no sabía nada de eso. Con lo cual, una persona de allí me dijo que por qué no lo solicitaba. Fui al Imserso para ver si tenía algún grado de minusvalía y me llamaron por teléfono para acudir a una cita.
Me realizaron pruebas de todo tipo y yo pensaba que algunas eran algo tontas, porque no sabía como era aquello. Al cabo de unos meses me llega a casa una carta en la cual me dicen que tengo el 33% de minusvalía, es decir lo que me pedían.
Vuelvo al paro con los papeles que me piden para poder solicitar el RAI. En el paro me dicen que si me lo conceden, pero que tengo que realizar un curso para poder cobrarlo.
El curso que realizo es de carpintería, algo que al principio me resultaba algo extraño porque no había hecho nada igual antes.
Ese tiempo al final resultó ser bastante entretenido, ya que por lo menos aprendí a hacer baldas y a usar herramientas que hasta entonces no había utilizado. Pero la pena que me quedó dentro fue que no durase algo más de tiempo, para poder así aprender algo más. Cuando acabé ese curso, estuve durante algunos meses cobrando el RAI, pero por desgracia, ese dinero termine de cobrarlo, así que todo volvió otra vez a la monotonía.
Durante unos meses estuve algo raro, ya que pensaba que al tener ese grado de minusvalía la gente me iba a tratar como si fuera un bicho raro. Pero bueno, gracias a algunas personas y a mi madre resultó que no era tan malo como yo lo veía.
Pasaba el tiempo y, pese a mis esfuerzos, yo no encontraba trabajo.
Un día para mi desgracia, me dijeron los médicos a mí y a mi madre que ella estaba enferma. Algo que para mí, personalmente, resultó bastante duro de asimilar.
Debido a esa noticia, ella se vino un poco abajo, algo que no me gustaba ver en absoluto.
Ella dejó de trabajar porque me decía que cada día estaba un poco peor, su noticia para mi resultó algo agradable ya que, por lo menos, no la tenía que ver tan cansada como en esos años que estuvo trabajando tanto. Aunque ahora pienso que a ella le hubiera gustado seguir trabajando algún año más, porque me lo recordaba cuando hablábamos.
El tiempo pasa y veo que ella está cada día un poco peor de salud y que la economía de la casa también. Ya que, por esa época, solo tenemos los ingresos que da la pensión que ella cobra. Pero tenemos la suerte que los vecinos nos ayudan y en las tiendas tenemos las puertas abiertas para pedir lo que queramos, ya que ella era buena pagadora, algo que con el tiempo yo heredé.
Al vernos en esa situación, unos vecinos dicen a mi madre que por qué no habla con el asistente social de donde yo vivo.
Ella fue a hablar con él, yo la acompañé, él nos dijo en ese momento que iba a hacer lo posible para intentar remediar esa situación.
Un día se presentó una asistenta social en mi casa, para ver si era verdad lo que habíamos hablado. Al principio pensábamos que no se fiaba de nosotros, pero resultó que nos habían cambiado de asistente.
La asistente social un día llama por teléfono para ver si mi madre y yo nos podíamos acercar para poder hablar con nosotros. Esa reunión que tuvimos era para consultarnos que si queríamos solicitar la ayuda domiciliaria y de un aparato para avisar al médico cuando mi madre se pusiera mala, a lo que decidimos  decir que sí ya que era un servicio gratuito.
Pasado algún tiempo me llamó para ver si quería ir a visitar una asociación, que es AMICA.
Fui de visita a conocerlo, a otras personas y a mi nos enseñaron algunas de sus instalaciones, como la recogida de residuos y lavandería.
Al terminar la visita, la persona que nos la enseñó me dijo que en ese momento no había trabajo en la lavandería pero que estaban haciendo un curso de jardinería. Una parte de este curso la daban en Torrelavega y la otra cerca de donde yo vivo. En ese momento le contesté que si estaba interesado y ella me dijo que me iba a llamar.
Pasado algún tiempo acudí a hablar con la asistenta social, para ver si me habían llamado porque tenía el teléfono averiado. Ella se puso en contacto con Amica para informarse y la contestaron que si. Ella explicó el motivo por el cual no me puse en contacto y la comunicaron que si quería podía empezar al día siguiente.
Al día siguiente me fui al curso, que por suerte para mi estaba cerca de mi casa, allí me explicaron como iba a ser el cursillo. Al principio cuando me lo explicaron pensé que iba a ser bastante difícil para mí, pero luego me demostraron que no.
Los primeros días de ese cursillo fueron algo tediosos, porque intentaba aprender y casi todo me salía mal pero por suerte para mí, con ayuda de los profesores y compañeros,  todo empezó a cambiar.
El tiempo iba pasando en ese cursillo, la relación tanto con profesores como con compañeros era cada día mejor.  Un día al llegar a Torrelavega, nos comunican a mi compañeros y a mi, que si queríamos hacer al mismo tiempo otro curso pequeño de lavandería, a lo que bastantes de nosotros dijimos que si. Ese curso se iba a realizar en Maliaño, pero bueno, eso era lo de menos, porque yo lo que quería era aprender. Pasado ese corto tiempo, el curso de lavandería termina, así que continué con el de jardinería.
Seguían pasando los días en el curso de jardinería y nos vuelven a llamar para otro de lavandería, yo vuelvo a decir que sí pero, por desgracia para mí, mi madre se puso enferma y me tuve que quedar en casa con ella hasta que nos concedieron la ayuda a domicilio. Fueron unos días bastante duros para mi porque, a parte de sufrir por su estado de salud,  me tenía que dedicar a hacer todas las tareas del hogar, algunas de las cuales no las sabía realizar pese a mis esfuerzos.
Al conseguir la ayuda a domicilio, volví otra vez al curso de jardinería y también pude terminar el otro curso de lavandería que mis compañeros estaban realizando.
Todo seguía con una cierta monotonía hasta que ese curso de jardinería terminó. Lo cierto es que a mi me hubiera gustado que hubiera durado más tiempo, por las grandes amistades que hice en ese cursillo y, si soy sincero, recuerdo que lloré al terminarlo.
Al cabo de poco tiempo me llaman de Amica, me dicen que era para devolver la ropa del curso. Cuando voy allí resulta que, por suerte para mí, era también para ofrecerme trabajo en la lavandería de Maliaño y yo sin pensármelo dos veces dije que sí.
Vuelvo a casa y se lo comunico a mi madre que se puso muy contenta, y que por lo menos, así, tendríamos más ayuda económica en el hogar, aunque la jornada laboral solo fuera de media jornada. Esa alegría que tuvimos fue como si nos hubiera tocado la lotería, ya que empezaba era el 21 de Diciembre, que coincide con el día del sorteo de Navidad.
La vida a partir de ese momento parece que empieza a mejorar ya que, por lo menos, con ese dinero que cobro y con lo de su pensión, mi madre y yo podemos tener una vida más o menos buena.
El tiempo va pasando mes a mes, yo en el trabajo cada día que pasa me voy encontrando mejor, ya que veo que voy renovando cada contrato. Por ese motivo, mi madre y yo nos vemos cada día mejor, aunque ella siga mala. Yo en ese tiempo lo intento disimular, pero bueno, para mí era lo de menos, no le doy importancia, aunque en algunas ocasiones estuviera bastante preocupado por ella.
En el trabajo me empiezan a dar ayuda personal de todo tipo (apoyo personal, formación continua…), como me lo habían dado anteriormente cuando estuve realizando el cursillo de jardinería, los meses anteriores antes de empezar a trabajar.
Un día, cosa del destino, es decir, un 21 de Diciembre, al llegar al trabajo me comunican que tienen que hablar conmigo. Era para proponerme que si quería firmar un contrato indefinido. Yo, en ese momento, por la alegría me quedé de piedra, pero enseguida dije que si.
Esta noticia tan alegre, se la empecé a comunicar a algunos compañeros de trabajo, que se alegraron bastante cuando se lo conté. Ya que entre ellos y yo hay una gran amistad.
Volví a casa y se lo dije a mi madre, la cual también se puso bastante contenta.
Los años pasan, todo parece que iba de maravilla pero por desgracia para mí, dentro de unos pocos años todo eso iba a cambiar radicalmente.
 Un día al llegar al trabajo, me llama una encargada para decirme que tenía que irme al hospital de Valdecilla, porque habían llevado allí a mi madre ya que se había puesto peor. Yo enseguida, como pude, fui para allí, en este hospital me dicen que la enfermedad que ella tenía ha ido empeorando día tras día.
Desde el trabajo me empezaron a llamar en bastantes ocasiones para preguntar por ella y saber como me encontraba yo. Pero también para decirme que por su ingreso sólo tengo tres días libres. Al volver al trabajo me dicen que por qué no cambio al turno de mañana, para poder tener la tarde libre para ir al hospital y yo les dije que sí.
Así estuve durante un tiempo, pero un día decidieron que para poder seguir teniendo la ayuda domiciliaria tenía que volver al turno de tarde. Yo volví pero preguntaba a la persona que venía a mi casa, que si podía realizar mi turno un poco primero, para poder ir al hospital por la mañana y ella dijo que sí.
El tiempo pasaba así, pero yo no me encontraba nada bien ya que veía que no iba a trabajar con tanta alegría como antes, no comía bien y casi todo el tiempo estaba pensando como estaba mi madre de salud, y al llegar a casa lo primero que hacía era mirar a ver si habían llamado por teléfono desde el hospital. Así que con esta situación un día decidí ir al médico.
Fui al centro de salud y la doctora me hizo unas cuantas preguntas, es decir, cómo dormía, la alimentación, etc.… Con esas preguntas ella supo que lo que tenía era una fuerte depresión y decidió darme la baja laboral y unas pastillas para intentar curármela.
Fueron unos días bastante duros para mi, ya que con la depresión lo único que quería era estar todo el tiempo posible en el hospital a su lado. Yo iba y venía todos los días, a veces recuero que tenía que ir al hospital primero, ya que el doctor me llamó unas cuantas veces para explicarme su estado de salud. El me lo explicaba pero, por desgracia para mi, sabía y lo veía, que cada día estaba peor. Las llegadas por la noche eran bastante duras, ya que me veía solo, algo difícil de asimilar. La única alegría era que, tanto los compañeros de trabajo como los vecinos, me preguntaban bastante por ella.
El tiempo que estuvo en el hospital, a parte de la dureza de ver como se estaba apagando poco a poco, fue también bastante tedioso y agobiante porque yo quería ayudarla pero veía que no podía hacer nada en absoluto.
Hasta que un día, que yo recuerde, fui a visitarla como un día normal, pero recuerdo que ese día me fui un poco primero, fui a coger el autobús para irme para casa, pero algo en el corazón me hizo volver al hospital.
Volví al hospital y al entrar en su habitación recuerdo que estaba blanca y avisé a una enfermera, yo salí de esa habitación y al poco tiempo me comunicaron los médicos que había fallecido.
Lo que recuerdo en ese momento fue que el mundo se me venía abajo, intenté asimilarlo pero no podía porque sólo tenía momentos oscuros. Estuve durante un tiempo andando como perdido por Santander, intentando buscar algún familiar o amigo y así, por lo menos, no estar solo, hasta que al cabo de un buen rato los encontré.
Al cabo de unos pocos días, después del entierro de mi madre, decidí que quería empezar una vida independiente. Es decir, llevar las tareas del hogar, administración y todo lo demás yo solo, y así se lo comuniqué a mis familiares.
Desde Amica me ofrecieron un tipo de ayuda para las personas que querían realizar esa vida independiente, yo en ese momento los rechacé, algo que con el tiempo se demostró que no podía.
Los meses fueron pasando, a pesar de seguir teniendo la depresión seguía intentando llevar esa vida independiente, intentando hacer las comidas que más o menos sabía hacer, mirando los gastos y la higiene del hogar. Pero reconozco que lo peor durante ese tiempo era la hora de llegar a casa y abrir la puerta, porque en ese momento se me venía el mundo abajo, ya que lo único de lo que tenía ganas era de llorar, y así día tras día.
Un día acompañado por una prima fui a ver a mi doctora, era para preguntarla si me podía dar el alta para poder volver a trabajar. Ella nos dijo que no, porque era mejor que pasara la primera Navidad en casa. Yo en ese momento la dije que vale pero que quería volver a trabajar después de Reyes.
Recuerdo que fue una Navidad bastante dura para mi, los amigos me decían que por qué no iba a pasarla a su casa, pero yo les decía que no. Sabía que iba a ser dura por ser la primera, pero lo que quería era asimilarlo todo desde un principio. Lo pasé mal, pero bueno, recuero que por lo menos sentí un poco de bienestar por haberlo conseguido.
Después de pasar esa Navidad tan dura, es decir, después de Reyes me dieron el alta y así volví a trabajar. Al llegar al trabajo recuerdo que tanto los compañeros como los encargados, me dieron todo tipo de apoyo, así como los profesionales de Amica.
La vida en ese momento empieza a mejorar, ya que por lo menos, las horas que paso en el trabajo no estoy solo, y me veo así, bastante mejorado respecto a los meses anteriores. Aunque esté trabajando, el dolor por su pérdida no lo había asimilado, pero bueno, con esa ayuda por lo menos estaba mejor.
El tiempo va pasando con una cierta monotonía pero a la vez me voy encontrando mejor. Un día me llama por teléfono el médico, para comunicarme que me van a operar de varices, yo fui con algo de miedo, pero luego resultó que no era para tanto.
Cuando llegó el día de la operación fui acompañado por una prima, más tarde volvimos a casa, ella al llegar allí se fijó en como estaba y me dijo que por qué no volvía a solicitar la ayuda a domicilio, ya que la había quitado unos meses atrás.
La única alegría que tuve durante ese tiempo fue que me regalaron una gata, que bueno, aunque parezca mentira, ese animal me alegró un poco la vida ya que por lo menos no me encontraba solo al llegar a casa y las noches no eran tan duras como antes, una alegría que se sigue manteniendo en la actualidad.
Cuando regresé al Centro Especial de Empleo, después de la operación, pregunté cómo se solicitaba la ayuda domiciliaria, ellos allí me explicaron otra vez que había una ayuda de apoyo a la vida independiente para las personas. Yo les dije que me interesaba pero les informé que lo que quería era aprender todo lo del hogar y me respondieron que sí, que para eso estaba. Así que quedamos para concretar las horas en que iban a venir a mi casa.
Después de llegar a casa llamé a mi prima para informarla de lo que ya había decidido. Ella se puso contenta por esa decisión y me dijo que adelante.
A los pocos días empecé con esa ayuda, reconozco que estaba en un estado de dejadez, mala alimentación y descontrol con la administración del dinero. Pero por eso motivos, y algunos más, decidí solicitar la ayuda.
Al empezar, creí que las tareas del hogar iban a ser más duras de lo que me estaban resultando antes, pero bueno, más tarde se demostró que con algo de sacrificio se consiguen realizarlas y no es todo tan duro como parecía.
Al principio creo que las llamaba “kiski”, es decir, “algo pesadas”, porque me mandaban repetir hasta varias veces las cosas cuando me salían mal. Pero reconozco que, a la hora de la verdad, eso era para mejorar lo que estaba realizando en ese momento, y eso me gustaba porque lo que yo quería era mejorar día tras día.
Los meses pasaron con esa ayuda y empiezo a ver que cada día que pasaba me encontraba algo mejor .Es decir, la limpieza del hogar iba mejorando, mi alimentación también, ya que desde el principio hacemos un menú semanal, el cual yo preparo todos los días. También llevo mejor la economía del hogar y todo lo demás, que ya no se me hace tan pesado como antes.
Ellas me decían que toda mi mejoría era por mi esfuerzo pero yo las contestaba que también era por su ayuda, a pesar de que alguna vez teníamos alguna riña, pero eso era lo de menos.
Un día al llegar esa persona a mi casa me informo que se iba a realizar un Seminario sobre la Autonomía Personal y que si quería participar escribiendo algo sobre mi experiencia. Yo la dije que si, pero que me iba a poner muy nervioso a la hora de leerlo delante de tantas personas. Ella me dijo que no pasaba nada, que lo más importante era participar y estuve preparando como iba  leer la exposición.
Al final participé en el seminario con lo que había escrito, y como ya había dicho, me puse nervioso, pero con la ayuda de las personas que participaban lo puede superar, ya que era mi primera experiencia.
En la actualidad mantengo esa ayuda, como el apoyo personal que tengo en el Centro Especial de Empleo. He mejorado mi estado de salud porque ya no tengo ni colesterol, ni tanta grasa como antes de recibir esa ayuda por eso ahora digo que más vale pedir ayuda cuando se necesite, aunque algunas veces se piense que no.

No quisiera terminar este relato, sin hacer algunas reflexiones sobre esta vida:

  1. Dar las gracias de todo corazón a todas las personas, tanto profesionales como no, y a ese animal, por la gran ayuda que me han dado. Ya se que no he dicho ningún nombre pero hay  que respetar la intimidad de todas las personas. Hay otras personas que pensarán que soy muy sensible, pero bueno, reconozco que lo soy. Porque como digo, en algunas ocasiones “de desagradecidos está el mundo lleno” y eso, por suerte, no lo soy. Espero ser así de agradecido toda mi vida, pese a que alguna vez cometa alguna equivocación.
  2. Si este relato sirve para que alguna persona con discapacidad, mayor o menor de la que yo tengo,  mejore un poco su vida yo me daría por contento.
  3. Que por favor, cuando vean a una persona o personas con cualquier tipo de discapacidad, no digan la famosa frase “¡qué pena!”. Porque esas personas tienen corazón y con esa frase en vez de ayudarlas pueden perjudicarlas. Y algunas de esas personas con discapacidad pueden enseñar igual o más que otras que no la tengan.
  4. Si este relato lo leyera alguna persona relacionada con las leyes, espero que le sirva para intentar mejorar las leyes sobre la discapacidad. Ya se que desde que yo tengo esta discapacidad han aumentado las ayudas, pero nunca es tarde para mejorar lo ya hecho.
  5. Que la vida es como una película, en la cual la realidad supera con creces a la ficción, en la cual uno es el protagonista de su vida y las personas que encuentran durante este trayecto son personajes secundarios, tanto si son buenas o malas personas.
  6. Que siempre hay que pedir ayuda cuando se necesite, de cualquier tipo. Porque esa ayuda te la pueden dar, tanto los profesionales como los que no lo son.
En definitiva, este relato es la vida de una persona normal pero con discapacidad, escrito tanto con el bolígrafo como con el corazón. Y es la historia de superación ya que, si hace algunos meses me hubieran propuesto escribirla, no lo hubiera hecho.
Pero mi inspiración, cuando me lo propusieron, me llegó tanto de los compañeros como de los profesionales del Centro Especial de Empleo Marisma, que trabajan en Amica.
En conclusión, todo el relato es la historia de superación del que lo escribe, para poder decir la palabra “YO” y descubrirme a mi mismo.

GRACIAS POR TODO A TODO EL MUNDO
Firmado: YO


<< En memoria de mis padres, porque sin ellos tanto esta persona como este relato no hubieran existido. Gracias por todo el cariño y ganas de sacarme adelante durante el tiempo que estuvisteis, aunque por desgracia fue poco para mí. Donde quiera  que estén, un beso muy grande. >>

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